El miedo a la libertad

26 de febrero de 2015

La libertad

“El hombre vive bajo la ilusión de saber lo que quiere, cuando, en realidad, desea únicamente lo que se supone (socialmente) ha de desear. Para aceptar esta afirmación es menester darse cuenta de que saber lo que uno realmente quiere no es cosa tan fácil como algunos creen, sino que representa uno de los problemas más complejos que enfrentan al ser humano. Es una tarea que tratamos de eludir con todas nuestras fuerzas, aceptando fines ya hechos como si fueran frutos de nuestro propio querer. El hombre moderno está dispuesto a afrontar graves peligros para lograr los propósitos que se supone sean suyos, pero teme profundamente asumir el riesgo y la responsabilidad de forjarse sus propios fines. A menudo se considera la intensidad de la actividad una prueba del carácter autodeterminante de la acción, pero ya sabemos que esa conducta bien podría ser menos espontánea que la de una persona hipnotizada o de un actor”

E. From, “El miedo a la libertad”

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¿Qué es la libertad? ¿Nunca os habéis planteado si somos en realidad libres? ¿Si no lo somos? 
Muchos autores son muy determinantes en este aspecto. No muchos defienden la libertad de nuestra raza. En ese aspecto, los filósofos y libre pensadores son más pesimistas que el resto de mortales.
Lo cierto es, que, aunque no soy una pesimista y me gusta mirar a la vida con una sonrisa, tengo a mi pesar que argumentar, que, en efecto, no veo la libertad que le prometieron a la raza humana.

Preguntáoslo. ¿Sois libres? Lo que vemos no es más que una cortina de humo. Un castillo de cristal que hemos construido alrededor, para proteger la frágil mentira que tantas veces perseguimos sin éxito. Eso es todo. Una bella mentira. ¿Es eso todo?

¿Es todo una pantomima? Creéis que somos libres. Tú, en tu feliz ignorancia crees saber que quieres. Que haces, y que elegir. Imaginemos el caso. Un hombre o mujer cualquiera, que en medio de la calle, duda sobre qué hacer. Puede ir al parque, o a pasear tranquilamente por la acera, mientras disfruta de su tarde. O incluso, este hipotético individuo puede darse el capricho y visitar algún bar o restaurante. Pero en lugar de eso, nuestro imaginario e hipotético amigo decide lo siguiente: “No hare nada de eso, en su lugar, volveré a mi casa porque me da la gana” 

Es como si dijese el aire: “ Puedo formar los más grandes huracanes, mover las más bellas nubes y condicionar el tiempo de todo un continente; Puedo crear las más suaves y placenteras brisas, o entorpecerte con una corriente de viento súbita, pero en lugar de eso, me quedare quieto, como un charco de agua cristalina en paz…” Del mismo modo que el aire puede lograr todas estas cosas, siempre y cuando se den unas ciertas condiciones físicas, la libertad del hombre es comparable a este caso. Puedes hacer todo lo que te propongas, si, es lo que te dicen. No te cuentan toda la verdad. Si, puedes hacer todo lo que te propongas, siempre y cuando se den estas condiciones que son necesarias…

Así es como una sociedad basada en la más pura libertad, decide encarcelar a sus individuos en la más cristalina mentira. Porque de hecho, la tenemos a la vista todo el tiempo. 

No es tampoco, una cuestión con solo una dirección. No estamos completamente obligados a permanecer quietos, mientras observamos nuestras acciones pasar tranquilamente de la manera que esperamos. Los hay que, deciden enfrentarse a sus propias metas. Porque si, creemos saber lo que queremos. Creemos saber lo que hacemos, pero, ¿es eso cierto? 

Todos nosotros deberíamos tomarnos unos segundos, y pensar. Pensar en si esto es lo que nosotros queremos hacer. No lo que la sociedad nos dice que es lo que queremos hacer. No lo que hacemos porque se den ciertas condiciones. Los hay que no están condicionados, y que saben lo que desean.
No es cosa fácil, decidir qué es lo que quieres, pero si eres capaz de pensar un momento en libertad, de ser esa bala que impacta con el castillo de cristal en el que habitan nuestros deseos, quizás, y solo quizás, le perdamos ese miedo terrible a la libertad.


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